Cada vez más las fachadas de los edificios se componen de grandes cristaleras que dominan todo el volumen arquitectónico. Esto es por la mejora en la resistencia, aislamiento térmico, mejor aprovechamiento de la luz y su diseño llamativo.

Pero en contra,  tiene la desventaja de que es más sensible a los efectos de la contaminación, y la polución, que ensucian  los cristales, con la evidente pérdida de atractivo visual. De ello nace la necesidad de técnicas avanzadas de limpieza que permitan hacer llegar al operario de limpieza hasta le último rincón de la fachada para limpiarlo, y la consecuente especialización que hay que tener para realizar la limpieza.